martes, 18 de mayo de 2010

AÑORANZAS

I - Homenaje a mi tio
     Pedro Gutierrez

Quise mucho al Capitán,
aunque no supe notarlo.
Quise mucho al Capitán,
Capitán de los Romanos,
en su loca mocedad.
¡Cuantas veces me contó
su brutalidad pasada!.
¡Cuantas veces me invitó
a conocer su alocada
vida llena de valor!.
¡Cuantas cosas aprendí
de su torpe moraleja!.
Aunque ayer no comprendí
de su consejo la esencia
que me enseñaba a vivir.
Quise mucho al Capitán,
aunque no supe notarlo;
ahora que en el Cielo está
seguro que está palpando
de mi amor su intensidad.

II - Homenaje a mi padre
      Luis Aranda

Cuando deja el segador
su camisa en la pileta,
al poco de regresar
de su labor en la siega;
los pequeños se aproximan
a la prenda con afán,
y la colocan de pié
esperando que eche a andar.
Y cuando la brisa breve
de la tarde la acaricia,
parece que un invisible
cuerpo en ella se cobija.
Los pequeños creen que vive
un fantasma en su interior,
y no saben que la vida
que la prenda recibió,
nació del duro trabajo
bajo el deslumbrante sol,
nació del sudor callado
que brotó del segador.

V
La verde mata
se eleva al cielo,
su flor la adorna
como un sombrero.
La hilera recta
llega hasta el sol,
como un desfile
de la legión.
Crece el tabaco
junto a la choza,
que es para el niño
cual la carroza
que nunca tuvo,
pero que en sueños
la dibujó.
Cuando el pié seco
de aquel desfile
se rinde al viento,
cortan las matas,
se acaba el sueño.

VI
La tosca machacadera
amasa con suavidad
el ajo libre de pieles
con el puñado de sal
en la "maceta" de barro.
Cuando la breve ración
de espeso aceite se acerca,
la masa toma el color
dorado del trigo seco.
Y la fiel machacadera
con nueva fuerza se agita
sobre la frágil "maceta".
Cuando el vinagre resbala
sobre los nimios relieves
del cráter que lo reclama,
la machacadera mueve
su tosquedad con mas calma.
Cuando el agua desde el jarro
lleva su luz hasta el borde,
llega a la vida el gazpacho.

VIII
Recuerdo a la calle alta,
poco después de oración
de las noches veraniegas,
como lugar de reunión
de primerizas parejas.
Recuerdo a las muchachitas,
calle arriba, calle abajo,
esperando la caricia
de una voz piropeante.
Recuerdo a las mil cabezas
en continuo movimiento,
a la pequeña heladera
al lado del tostadero,
a Manolo el de las pipas
con su carrillo ambulante,
a la Calle Alta viva.
Ahora ya no queda nada
de aquella feria sin norias,
ahora ya la Calle Alta
se confunde con las otras.

X
Jornalero campesino
del arado de otros tiempos,
que aprendiste de la yunta
su delicado secreto,
que sabías hacerla andar
solo tocando el cabestro,
que podías conseguir,
sin hablar, un surco recto;
jornalero campesino,
¿que harás si la yunta ha muerto?.

Tu canción llenaba el campo
junto al ladrido del perro,
tu dominabas la marcha
de la yunta sin arreos,
solamente con canciones;
tu aprendiste del barbecho
la geometría mas perfecta,
que no te enseñó el maestro;
jornalero campesino,
¿que harás si la yunta ha muerto?.

XIII
Apostado entre los juncos,
que vierten al Guadajoz
la caricia delicada
de su fragante verdor,
la vi sumergir su cuerpo
en la transparencia azul.
Su figura sin contorno
se confundía con la luz
que guardaba la corriente.
La canción que florecía
de los mil cantos rodados,
era el eco de su risa.
La belleza de su rostro
se mezclaba con la espuma,
que alegraba dulcemente
su inmaculada figura.
Cuando la brisa callada
a mi lado la traía,
un batracio inoportuno
destrozó mi fantasía.

XV
Era un monstruo delicado,
una madre cariñosa,
de bellas flores un ramo,
una nube deliciosa.
Era una verde pradera
entre la tierra y el cielo,
una colosal esfera
habitada por jilgueros.
Era una torre encantada
que quería coger al sol,
como una frágil montaña
que el arado respetó.
Era un breve paraiso
de animales pintorescos,
era un mundo muy distinto
del que todos conocemos.
Era el fiel espectador
que me inspiró algún poema,
el árbol que conoció
los sueños de este poeta.

XVIII
Cuando la enorme sombra
de la casilla rota
se acerca al pueblo,
y el sol rojizo asoma,
apenas medio cuerpo,
que aún no asió el barbecho.
Cuando el viento recoge,
del breve galope
que al pueblo regresa,
su estrofa mas noble;
y rápida vuela
con el niño que espera.
Cuando el rayo de sol,
que aún no murió,
besa la campana
del templo de Dios,
y las otras casas
quedan apagadas.
Cuando el claro día
y la noche fría
se ven, al besarse,
parece mas bella la vida
que después y antes
del precioso instante.

XX
Cuando abandoné la tierra,
que me enseñó a conocerla,
no sabía que la adoraba;
no sabía que estando fuera
de su encanto, la añorara.
No sabía que la distancia
me enseñaría a quererla
mas que estando junto a ella.
Ayer miraba las cosas,
sin apreciar lo preciosas
que al recordarlas las veo;
antes andaba entre rosas
pero sin notar su aliento,
y solo de pensamiento
noto su perfume ahora
cuando la distancia estorba.
El campo me fué enseñando
como se le ha de querer;
aunque lo estuve ignorando
hasta que lo abandoné.

No hay comentarios: