lunes, 14 de febrero de 2011

ASCENSORES Y OLIVOS

Las ambulancias inundan el espacio,
los rugidos de los coches cual cañones
aceleran los callados corazones
de los pisos primeros y los áticos.
Es invierno, las nubes han llegado,
el ambiente no sabe de razones,
la contaminación se acerca a los balcones,
los olivos te llevan hasta Castro.

Hace frio, aquí no hay candelaria,
las ramas del olivo allí calientan,
aquí no se permiten las hogueras,
las calles no son calles, son calzadas.
Y es que aquí se mantienen las distancias,
pues las prisas recorren las aceras,
y se ignora al vecino de escalera,
nadie conoce al que a su lado pasa.

Distintos las ciudades y los pueblos,
comparo solo aquello que he vivido,
que sea mucho mejor eso no digo,
jamàs dije que fuese mejor esto.
Las prisas se imponen, falta tiempo,
los caminantes colapsan los caminos,
algunos aun buscamos un destino,
no se porqué no nos detenemos.

Badalona y Castro, son mis pueblos,
mi ciudad y mi pueblo, mis amores,
demasiadas carreras, muchos coches,
demasiado poco se usa el verbo,
nunca nos detenemos, falta tiempo.
En Castro todo el mundo se conoce,
aun allí no existen ascensores,
veremos lo que dura, ya veremos.

Me fascina el murmullo de las olas
que el mar Mediterraneo nos ofrece,
la silueta del sol cuando amanece,
los cuadros sin igual de las auroras.
En la mata se iluminan otras lomas,
la blanca tierra y los olivos verdes
dieron luz a mi infancia y a mi gente,
bandera de millones de personas.

La Sagrada Familia, tambien La Catedral,
dos motivos para amar a Barcelona,
Premiá de Mar, Blanes o Badalona,
sus playas te llevan hasta el mar.
Los olivos, cual mares sin igual,
recorren mis lugares, como olas,
lo mismo que otros rios de amapolas
enrojecen la campiña del lugar.

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