domingo, 4 de julio de 2010

MOMENTOS

XXIX
Yo nací en la campiña cordobesa,
a unos pasos tan solo de un meandro
que hace tiempo lograron trasladarlo.
El Guadajoz, sus puentes y sus huertas.

La campiña castreña que ayer era
un enorme mar verde o dorado,
la mata lo tiene ya ocupado
con miles de olivos en hilera.

Añoramos las riadas de mi infancia,
esos días de goteras insistentes,
un seco año de lluvias muy escasas
tal vez puede ser que nos enseñe
lo importante que siempre ha sido el agua,
el valor de una gota que se pierde.


XXVIII
Desde el rio Guadajoz,
que en mi infancia tenía playas,
una la del "cascajar",
los arrieros sacaban
de esta playa fina arena
que en las obras acababa.

Si te acercas a la orilla,
si cabalgas en sus puentes
notarás que alguien suspira,
notarás en la corriente
los sollozos de unos remos
que por el río van y vienen.

si te concentras un poco
y escuchas atentamente
podrás oír los suspiros,
mis suspiros, que aún se mecen,
remando de arriba a abajo,
del "cascajar" a los puentes.

Si te acercas algo más
y te ves en la corriente,
también verás junto a ti
a un chiquillo adolescente,
que ayer pudo suspirar
del "cascajar" a los puentes.

XXVII
He descubierto la voz del silencio,
no precisa palabras anticuadas,
pero tampoco músicas lejanas,
el silencio se escucha desde dentro.

Si algún día paseando por un cerro,
que vigila de Castro su muralla,
escuchas y no ves a quien te habla,
no lo dudes te está hablando el silencio.

El silencio no puede tener voz
y las nubes tampoco tienen alas,
la candela es la luz de un soñador,
el eco de una luna ensangrentada.
El silencio no necesita voz,
alguna vez precisa una mirada.

XXVI
Me gustaría volar
igual que las nubes vuelan,
lo mismo que las estrellas
y las olas de la mar.

Me gustaría brillar
lo mismo que la luciérnaga,
igual que la luna llena,
como un charco que está en paz.

Me gustaría correr,
imitar a un cervatillo
que ante un cazador furtivo
se ha logrado proteger.

Me gustaría saltar
igual que los saltamontes,
en mi infancia cigarrones,
que intentábamos cazar.

Me gustaría caminar
lo mismo que un elefante,
como en las venas la sangre,
como el delfín en la mar.

Me gustaría soñar
que estoy en Castro del Rio,
y en el sueño sumergido
caminar y caminar.

XXV
Aquellos mares inmensos
que en los recuerdos se agitan.
Aquellas olas de espigas
que en la distancia crecieron.

Aquella calle arrugada
que conserva muchas huellas
de aquella vieja carreta
que el orujo transportaba.

Aquella galga observando
del herrero cada chispa,
de los niños y las niñas
conocía cada pecado.

Aquel enorme paseo,
lleno de flores y bancos,
de suspiros silenciados,
fue menguando con el tiempo.

Aquel corral diminuto,
con gallinas y cochinos,
con manadas de polllitos,
con su cuadra, con su burro.

Aquella humilde mansión
entre cocas y melones,
entre altivos girasoles,
entre inocencia y amor.

Aquella sala de estudio
con mirada en el cogote
de un humilde sacerdote
que arrancó un pueblo mas culto.

Aquel columpio colgando
bajo una rama de olivo.
Aquellos paseos en trillo
muchas tardes de verano.

Aquellos juegos de antaño,
el lapo con la correa,
el trompo y la circulera,
también la guía y el aro.

Aquellas coplas sencillas
que mi inocencia creó,
siguiendo la tradición
que copié de mi familia.

Aquel maestro, Don Francisco,
que nuestro aseo vigilaba,
aquella enorme pizarra,
aquellos bancos pulidos.

Aquel momento vivido,
aquel rincón añorado,
son recuerdos de un pasado
vivido en Castro del Rio.

XXIV
    El "Llano del Convento" es una fiesta,
las campanas dormidas todavía,
el "mercado" ya empieza a tener vida,
resplandece la "calle corredera".

    Las niñas y los niños se apoderan
de una calle que apenas conocían,
y es que alguna sotana conseguía
para muchas y muchos una escuela.

    Los primeros caminan muy despacio,
los últimos casi corriendo van,
se juntan a los niños y a las niñas,
se empezaba otro logro invalorado,
las campanas empiezan a sonar,
solo anuncian que empieza un nuevo día.
                      ******
    La "calle corredera" huele a libros,
casi todos forrados y a la vista,
los pantalones cortos existían,
las niñas con sus faldas y vestidos.

    Huele a ecos de amores escondidos,
huele a sueños, a futuro, a vida,
a riadas, a platónicas heridas,
a "romanos" durante el "paseíllo.

    El "Llano del Convento" resplandece
cuando llegan los niñas y las niños
de los barrios humildes mas lejanos.
    Las campanas avisan, son las nueve,
en las calles no quedan ya chiquillos.
    El "Instituto" también llegó a Castro.       

XXIII
Aunque tarde, me está llegando el eco
de todas las vivencias de mi infancia,
de aquellos mochileros que cantaban,
las caladas que oyeron mis secretos,

el croar que inundaba mi Rio Viejo,
del lapo cada orden que nos daba,
la palmeta que enrojeció mi palma,
los quejidos del yunque del herrero,

las canciones del cine de La Villa,
las noches de verano en las aceras,
los cánticos de Mayo en el colegio,
la saeta que el aliento paraliza.
Aunque tarde, muy nítido me llega
el eco de mi ayer, de aquellos tiempos.

XXII
Y es posible que mañana nuevamente
recorra el laberinto de La Villa.
Y el cantar de las campanas se apodere
de este castreño ausente que camina.
Y la voz desgarrada de un saetero
consiga acelerar mi corazón;
pero se la brevedad de este reencuentro,
de este instante que anhela mi interior,
y se que este momento acabará,
y tendré que alejarme, como ayer,
y volver otra vez a fabricar
ese Rio Viejo que tanto idealicé.
Los sueños son sueños nada más.
No se porqué; pero tengo que volver.
XXI
Jornaleros, jornaleros,
conservad vivo el clavel,
que somos mas y podremos
volver de nuevo a tener
todos aquellos derechos.

Trabajador de la tierra,
acostumbrado a sufrir,
y otra vez de nuevo intentan,
no lo van a conseguir,
sumergirte en la miseria.

Campesinos olvidados,
con la cabeza bien alta
podéis recorrer los campos,
que los claveles aguantan,
y crecerán como antaño.

Un pueblo unido es capaz
de gobernar su destino,
unido podrá llegar,
tan solo si marcha unido
podrá seguir, caminar.

Andaluces, jornaleros,
demostrad a los demás
que los claveles y el pueblo
no se deben separar,
son dos almas en un cuerpo.

Jornaleros de la tierra
tenéis que ser un ejemplo
para otros pueblos que esperan.
Gentes de Castro, castreños,
sois de esa traca la mecha.

Jornaleros, campesinos,
es una prueba de fuego,
cuatro años y un destino,
y una lucha y un espejo
para aquellos que han perdido.

Jornaleros, se han secado
los claveles de otros pueblos,
debéis mimar estos campos
que vuestra sangre bebieron,
¡que poco tiempo ha pasado!.

Andaluces, campesinos,
España está vigilando,
se esconde entre los olivos,
en los surcos del arado,
los errores se han prohibido.

Tenéis que seguir luchando
para que el clavel no muera,
al revés, hay que plantarlo
en cualquier trozo de tierra,
un reto que hay que ganarlo.

Vigilan tus movimientos,
por eso no cabe error.
Campesinos, jornaleros,
el clavel y el corazón
son las banderas de un pueblo.

XX
Las campanas pregonan los horarios,
la Semana Santa ha quedado atrás,
la calma se apodera del lugar,
aun pululan los ecos de los "Pasos".
Y La Villa recobra su pasado,
es miércoles, un miércoles normal,
las nubes no consiguen preocupar,
cada uno colocado ya en su tajo.
Hoy mismo se acumulan los recuerdos,
son muchos los reencuentros de estos días,
si las calles tuvieran sentimientos,
si pudieran hablar, nos contarían
las muchas emociones que vivieron,
que algunos revivimos todavía.

XIX
Los almendros encalan sus fachadas,
pocas casas de ahora nos recuerdan
a todo un pueblo unido que blanquea
con cal viva las arrugadas tapias.
Y se sacan las túnicas del arca,
y las pesadas cruces de madera,
y en las casas preparan magdalenas,
y en secreto calientan las gargantas.
Ya estamos en cuaresma, poco queda;
algunos los billetes ya sacaron,
tal vez otros preparan las maletas.
Y todos los castreños que hay en Castro
ya lo saben, estamos en cuaresma,
debemos intentar ser menos malos.

XVIII
Las ocho de la tarde, primavera,
el vendedor a viva voz pregona:
"niños, barquillo de canela a gorda",
los nenes que se asoman a la puerta,
las madres que preparan ya la cena,
unos cuantos chiquillos que sollozan,
y se escucha insistente la voz ronca:
"a gorda va el barquillo de canela".
Los rostros de los niños resplandecen,
las lágrimas y mocos se han secado,
muy pocos saborean los placeres
del barquillo cada tarde pregonado.
A lo lejos la voz casi se pierde,
las bombillas se van iluminando.

XVII
De aquel olivo quisiera conocer,
el que vivió mis días de San Marcos,
las huellas de la rama donde atamos
el columpio que aquella cuerda fué.
De aquella rama quisiera conocer
el brasero que supo aquel pasado,
el olor que sacó de los garbanzos,
los sueños que escuchó de mi niñez.
Quisiera conocer de aquellos días,
esas cosas que no destruye el tiempo,
cual son las ilusiones compartidas,
como son esas fotos del recuerdo,
quisiera conocer toda la vida
de la rama que oyó mis pensamientos.

XVI
Yo tengo entre dos amores
mi corazón "repartío",
ahora vivo en Badalona,
"ayer" en Castro del Río.
Y no se cual de los dos
es para mí el preferido,
pues conviven todo el tiempo,
aunque se que son distintos.

XV
Ayer me avergonzaba de mi barrio,
donde fuí cuartelero en Candelaria,
muchas veces mi origen lo ocultaba,
reconozco mi error de aquellos años.
Ayer me avergonzaba de mi barrio,
donde fuí guerrillero en mil batallas,
en la orilla del rio nuestra cabaña,
a veces me esforzaba en ocultarlo.
Hoy se que la riqueza y la belleza
no siempre las sabemos descubrir,
a veces las tenemos a la vera,
y vamos deambulando por ahí,
apartándonos, no nos damos cuenta,
el Rio Viejo ahora es mucho para mí.

XIV
Es primavera, los días van creciendo,
un manojo de espárragos camina,
tras el verde manojo se perfila
del "peque" la gracia de su cuerpo.
Y muestra con orgullo su trofeo,
que será el gran premio de la rifa,
el pueblo entero siempre participa,
el "peque" es conocido en todo el pueblo.
Y recorre las calles y los barrios,
desde el Rio Viejo hasta el Convento,
y se adentra en la "plaza" pregonando,
por los bares de la Tercia va vendiendo.
Son momentos vividos, recordados,
a veces añorados, son momentos.

XIII
Doña Remedios, grande, grande en todo;
explicando Matemáticas, sencilla,
de tal forma que todos entendían
la materia conocida como coco.
"Aranda Primero" un gran piropo,
mis mejillas coloradas cual sandía,
cuando aquella mujer me requería,
el sudor se adueñaba de mis poros.
Las ecuaciones salían a la primera,
las incógnitas no se nos resistían,
Doña Remedios, tambien la gran maestra,
los exámenes "sin querer" se les caían,
una ayuda que todos aprovechan,
ninguno a rechazarla se atrevía.

XII
El rebelde tupé de Don Ramón,
el especial sonar de su calzado,
el respeto de todo el alumnado,
se palpa en el ambiente la tensión.
El eco de su relajada voz
se adueña del silencio que ha logrado
cuando el chirriar que emana de los pasos
enmudece parado en el rincón.
A ninguno se escucha respirar,
revueltos los muchachos y muchachas,
el límite del miedo ¿donde está?,
no es fácil señalar con una marca.
En mí aquel respeto vivirá
como faro brillante de mi infancia.

XI
Y mi madre no lo aprendió en la escuela,
la tortilla, un círculo perfecto,
cuatro radios formando ángulos rectos,
nosotros vigilando desde cerca;
enseguida llegaron las peleas,
ninguno quiere el trozo mas pequeño,
son iguales, nosotros no lo vemos,
ya es de noche, la hora de la cena.
Muy pronto todos juntos a jugar,
borradas al instante las rencillas,
recordando se pueden rescatar
las virtudes que los niños practican.
A veces no debemos añorar,
es mejor rescatar aquella vida.

X
La sombra de la choza fué puntual,
una mata de melón marca el momento,
con ritmo inconfundible, a lo lejos,
se acerca lentamente el Capitán.
Mas de media hora aun tardará;
esperamos que traiga algunos cuentos,
es muy emocionante ese momento
cuando en el serón podemos rebuscar.
Un tebeo del Jabato es suficiente
para satisfacer nuestros deseos,
y ese día lo leemos varias veces,
muchas tardes no llega tebeo nuevo.
Y las estrellas nos guiñan dulcemente,
y despues vigilan nuestro sueño.

IX
Colocado en el trono del rey moro
que la piñuela guardaba en sus adentros,
lográbamos vivir aquel momento,
las piedras brillaban cual tesoros.
La ilusión se adueñaba de los rostros,
el sol nos enviaba sus destellos,
nos turnábamos, todos el mismo tiempo,
y a soñar cerrando bien los ojos.
Como caballo un tronco de tabaco,
un palo mas pequeño como espada,
la piñuela la habiamos conquistado,
cada día se comienza una batalla,
y mañana con un nuevo caballo
seguiremos logrando mas hazañas.

VIII
El corral, nuestro patio de aventuras;
el gallo, el único, el monarca;
las gallinas, sumisas, agrupadas,
nosotros, atrevidos y sin dudas;
las almárcigas, usadas como grutas,
el gallinero, y a la vez la cuadra,
bello palacio de principes y hadas.
El corral en invierno se desnuda,
el pesebrón se vacia por completo,
la almárcigas ya quedaron limpias,
las gallinas buscando el gallinero.
Los niños que vivimos aquel día
aun tenemos muy vivo aquel recuerdo,
momento que añoramos todavía.

VII
La tiznada pizarra me esperaba,
varios trozos de tiza en la repisa,
mi maestro, de maestro presumía,
mi padre con orgullo me observaba.
La pizarra de lineas se llenaba
a cada petición que se me hacía,
de aritmética, tambien de geometría,
de diptongos, de ríos y montañas.
La vergüenza mi rostro enrojecía,
mi voz entrecortada se negaba;
sin embargo mis manos conseguían
que no necesitara las palabras;
doy las gracias al que inventó la tiza,
y tambien al inventor de la pizarra.

VI
Las calurosas noches de verano,
las estrellas dan luz a los caminos,
en una esquina charlan varios niños,
analizan las vidas de los astros,
del Universo perfecto que gozamos,
del que tal vez tan bien todo lo hizo.
Intentan dar respuestas con sentido,
y el sentido no es fácil razonarlo.
Y las noches suceden a los días,
y en Castro las estrellas brillan mas.
Los niños de aquel barrio no sabían
dar respuesta a tan bella realidad.
Pero todos narraban su teoría,
son perfectos los años y el lugar.

V
Un ojo de Don Juan en la mirilla,
se palpaba el calor de su mirada,
uno a otro los niños se avisaban,
pues allí todos, todos, ¿le temían?.
Pues ninguno a volverse se atrevía,
el silencio se adueñaba de la sala,
alguna débil tos nos recordaba
que Don Juan vigilaba todavía.
Esas horas de estudio tan eternas
no lograban jamás sus objetivos,
el miedo y el temor nunca te acercan,
te motivan el respeto y el cariño,
son momentos que siempre se recuerdan,
no es bueno despreciar lo que has vivido.

IV
Logramos enfadar al cantarero,
pues de día tenía que descansar,
los niños no paraban de gritar,
y a veces lograron con sus juegos
estropear sus tejas y su sueño;
entonces no sabiamos valorar,
era un patio ideal para jugar,
un oasis de rincones y momentos.
Y saber que algo malo se lograba
jugando en aquel corral prohibido,
era un reto que a todos agradaba,
supongo son así todos los niños.
Algunas tardes el humo se adueñaba
de la luz que llegaba desde el rio.

III
Y fueron largas noches veraniegas,
con pipas de melón acompañadas,
y los padres descansan en las casas,
las madres calentando las aneas.
Se palpan los sudores de la siega,
el calor con la noche se relaja,
una luz ilumina la fachada,
la música del cine que nos llega.
Los niños intentando descifrar
la palabra que el viento fué enviando,
y alguna vez se pudo averiguar
esa frase que nadie habia escuchado.
No hay escuela, se puede trasnochar,
para todos la noche es un regalo.

II
Ha llegado el circo a nuestro pueblo,
los altavoces gritan los horarios,
los carteles inundan cada barrio,
el problema mayor será su precio.
Y el rumor, si se trata con secreto,
el mensaje que todos escuchamos,
los animales podremos admirarlos,
y eso será por muy poco dinero.
Algunos ver las fieras consiguieron,
mi tia Antonia lo logra para mí,
la función es un caro privilegio,
con muy poco se puede ser feliz,
debemos mantener este recuerdo,
aquel circo está a punto de morir.

I
La Bartola mostrando su hidalguía
en la blanca pared recién pintada,
portería de los niños que jugaban
con la única pelota que tenían,
que en una breve charca se caía,
y en la limpia pared dejó sus marcas
cada vez que el portero no paraba,
cada vez que otro gol se conseguía.
La señora gritando a los muchachos,
que se marchan corriendo sin destino,
de buena tinta se que no eran malos,
ni la mujer que grita, ni los niños
que en la calle precisan otro campo,
muchas veces no era fácil conseguirlo.

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