miércoles, 23 de marzo de 2011

LA INFANCIA SE ACERCA DEMASIADO

Parece que no haya pasado el tiempo, y son ya casi cincuenta años desde que me alejé de mi pueblo, me refiero a Castro del Rio. Aunque esto ya lo oí antes, a mi me está pasando lo mismo. Cada vez voy recordando con mas detalles las cosas que ocurrieron en mi infancia; sin embargo, lo que ocurrió hace un rato no consigo retenerlo en mi memoria. Mi infancia se acerca demasiado. Consigo recordar algunos detalles, desde un tiempo a esta parte, que durante todos estos años no recordaba.

Recuerdo la cabaña que teniamos junto al rio Guadajoz, justo frente a "La Peona", "Pacurrete", mi compañero de banco en la escuela de Don Francisco, precisamente el primero de la clase, decía que Pacurrete fué uno de mis compañeros de cabaña de aquel tiempo.

Desde la cabaña, donde nos reuniamos algunos días despues de salir de la escuela, se podía ver a las señoras que iban desde "La Peona" a hacer sus necesidades justo debajo de donde teniamos la cabaña, muy cerca del rio. Allí se subian los vestidos, se bajaban las braguitas, y nosotros pendientes, a ver hasta donde podiamos ver.

Tambien recuerdo una hazaña de aquellos tiempos, que nunca supe como se nos ocurrió.
Fué una tarde a las tres. En vez de ir a la escuela, nos fuimos a coger hierro en una finca abandonada. Digo nos fuimos porque éramos dos. Creo recodar quien fué mi compañero de aventura, pero como no estoy seguro, prefiero dejarlo así. Yo tendría unos ocho años, mi amigo imagino que tendría los mismos. En media hora, calculo mas o menos, llegamos a una casilla, aparentemente abandonada, cogimos algunos hierros que habían por allí, sin valorar si podrían ser necesarios para los dueños. Claro todo esto lo recuerdo con bastantes detalles; pero mas como un sueño, y no como algo que viví de verdad. Una vez de vuelta en Castro, fuimos a casa de un chatarrero, que nos compró lo que llevábamos sin preguntarnos nada.

Tambien recuerdo otra aventura con todo detalle, aunque no estoy orgulloso de que ocurriera.
Íbamos Lucas, Cristobal y yo. Teniamos unos trece años. Lucas trabajaba como talabardero. Cristobal trabajaba con su madre en el campo. Y yo habia estado de aprendiz de barbero. Los tres nos considerábamos ya mayores, y los tres con algo de dinerillo en el bolsillo; que aunque no era mucho, lo suficiente para sentirnos importantes.
Despues de hablarlo entre nosotros nos acercamos a un bar que había (creo que ya no existe) entre el kiosco del "parque piojo" y como si quisieras ir hacia el "Rio Viejo", antes de llegar a la casa de "Los Rana". A la izquierda había un bar, y un velador redondo (no se si en la puerta, o nada mas entrar en el bar a la derecha). Lo cierto es que allí nos sentamos los tres y pedimos una botella de moriles. Y nos sirvieron la botella de vino y tres copas. Nos sentiamos los dueños del mundo. No puedo recordar de que podian hablar aquellos tres niños. Y a partir de aquí no recuerdo nada.
Al día siguiente, Lucas y Cristobal no se que hicieron, yo estaba en casa, en la cama. Me explicaron que habia devuelto, y que un familiar me habia llevado a casa. Ahora, pasados tantos años, me avergüenzo de esta aventura; pero seguramente que este tropezón tan tempranero me ha servido durante todos estos años de guía; pues el mejor consejo que cualquiera puede recibir nunca podrá superar las vivencias.propias.

No hay comentarios: