lunes, 17 de mayo de 2010

DESVÁN DE OLVIDOS

XI
Llora la luna lunera
paseando por el cielo.

Llora el sol cuando se esconde
detrás de un nubarrón negro.

Llora la lejana estrella
lanzando chispas al viento.

Lloran lágrimas de luz
sobre la mar los luceros.

Llora el rosal silencioso
las largas noches de Enero.

Llora la vieja carreta
que no tiene carretero.

Llora la choza de paja
de aquel niño melonero,
aunque está muy bien guardada
en un baúl de recuerdos.

X
Si la campiña castreña supiera
contarnos todo lo que ayer vivió,
de aquellos segadores el sudor
dió vida a las camisas cuando secas,
de los surcos que dibujan la tierra
geometría perfecta bajo el sol.
Si la campiña consiguiera voz
nos contaría disparos por sorpresa,
grandes zanjas en nichos convertidas.
Si la campiña pudiera, supiera
hacer llegar su palabra a los de arriba,
se sabría la verdad, la verdadera.
Si supiera contarnos la campiña,
si supiera contarnos, si pudiera.

IX
Y las rosas perfuman los encuentros;
sin embargo, los pétalos caidos
ya nunca adornarán mas paraisos,
ni entrarán en el baul de los recuerdos.
Las manzanas que no se recogieron,
convirtieron las tierras en mantillo,
no serán paladares exquisitos,
tampoco recordadas en un verso.
Esos besos tan solo prometidos,
y que nunca se hicieron realidad,
ya ninguno jamás podrá vivirlos,
y ya no dormirán en el desván,
el cuarto donde duermen mis suspiros,
que esperan que los vaya a rescatar.

VIII
Ayer subí un momento hasta el desván
para ojear los recuerdos olvidados,
esa frase que nunca he pronunciado,
y me apetece mucho pronunciar.
No esperaba encontrar tal cantidad
de versos que en mi mente desfilaron,
y que a nadie jamás habia mostrado,
y que ahora quisiera pregonar.
Ayer subí, y ya no queda tiempo,
para lograr mis nuevas intenciones,
y que alguno conozca aquellos versos;
ojeé muy deprisa los rincones;
pero el tiempo perdido ocupa el centro,
aprendí un poco tarde las lecciones.

VII
Ya no tengo rosales, se han secado;
el perfume se lo ha llevado el viento,
de las rosas no queda ni el recuerdo,
el jardín de momento se ha salvado.
No me apetece ya seguir cuidando
nuevas rosas, que vivirán un tiempo,
ni ver como las hierbas van creciendo
y se adueñan de todo mi pasado.
Y no se si cuidar o no cuidar,
pues no es fácil olvidar lo que cuidé;
y se sufre cuando tienes que dejar,
y se sufre si no llegas a tener;
ya no tengo rosales que regar,
y no se lo que hacer, y no lo se.

VI
Estoy ya preparando las maletas,
me está esperando el tren desde hace tiempo,
mi vagón todavía no está completo,
a lo mejor se marcha y no me espera.
Aun así, siempre he de estar alerta,
ninguno la hora exacta conocemos;
si nos dan un aviso, lo sabemos,
el equipaje listo ya en la puerta.
Hay noches que esta espera me presiona,
la ansiedad acelera mis latidos,
el vagón aparcado entre las sombras,
de la vida me llegan los suspiros,
aunque se que se acerca ya la hora,
el tiempo lo dirá, hay que vivirlo.

V
Y no es fácil imponer la verdad,
no es difícil mentir algunas veces,
navegar en linea recta nadie puede,
los mares tienen curvas que salvar.
Ahora intento imponer mi honestidad,
que no se si es la misma de otra gente;
pero intento ayudar a los que mienten,
y busco a quien me pueda a mi ayudar.
Quisiera que se imponga la honradez,
que la ley no se oponga a la razón,
no es lo mismo robar para comer,
que quien gana al mes mas de un millón,
y su trabajo solo es ofender
de los contribuyentes su sudor.

IV
Por el humo conocemos donde hay fuego,
por los truenos y los rayos las tormentas,
por tu perfume presiento si te acercas,
de tus suspiros conozco hasta los ecos.
Anuncian los ladridos a los perros,
a la lluvia la anuncian nubes negras,
sin embargo, yo noto tu presencia,
aunque nada me anuncie tu regreso.
Muchas veces no es fácil de explicar
lo que dicen las cosas sin decir,
nunca sabré quien me pudo avisar,
pero noto cuando vienes hacia mí,
con los ojos cerrados, sin mirar,
sin oler, sin escuchar, sin sentir.

III
Quisiera rescatar las amapolas
que adornaron los campos de mi infancia,
que llenaron mis sueños de color,
que anegaron mis noches de fragancia.
Voy buscando aquellos sentimientos
que jamás ninguno conoció,
aquellas dudas que guardé en silencio,
aquel susurro que tal vez nadie escuchó.
Y sigo buscando los suspiros
que quizás alguna boca me mandó,
y siguen sin hallar aquel destino,
y sigo sin saber quien suspiró.
Quisiera, por eso no dejo de buscar,
encontrar, pues supongo que a lo mejor existe,
ese almacén sin forma ni color,
ese espacio para todos invisible,
ese lugar donde duerme el pensamiento,
donde descansan las palabras olvidadas,
los sollozos a escondidas y en silencio,
y también la voz de la mirada.

II
Y llegué navegando a la otra orilla,
solamente quería calmar la sed,
me atacaron, de nuevo regresé,
sin saber si la sed la calmaría.
Y otra vez vuelvo a estar donde empecé,
buscando detener esta agonía,
encontrar esa fuente de la vida
que pocos han llegado a conocer.
Y sigo ahora buscando y no encontrando
ese chorro de luz que alguien halló,
que tal vez llegó a saborearlo,
pero nadie al escucharlo lo creyó;
y no me rendiré, sigo buscando,
aunque quizás lo encuentre en mi interior.

I
Te doy las gracias, sol, por tu bondad,
porque igualas a todos los humanos;
ni al señorito le concedes mas,
ni a los pobres los dejas sin andrajos.
Te doy las gracias por ser tan generoso,
porque a los niños mas necesitados
das tu luz y calor, y es para todos,
y jamás has pedido nada a cambio.
Doy las gracias por adornar los cielos,
y lograr un arco-iris delicioso,
colores que dan vida a los senderos,
que logran ilusiones y piropos.
Doy las gracias por calentar las aguas
del gigantesco mar y del arroyo,
del charco, que es piscina improvisada,
para enjuagar del caminante el polvo.
Agradezco la luz que por las noches
das a la luna para alumbrar la tierra,
estás siempre ahí, aunque te escondes,
te doy las gracias, sol, por tu grandeza.

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